Algunos espíritus
fanáticos pervierten los principios de la religión, no haciendo caso de la
Escritura para poder seguir mejor sus sueños, so título de revelaciones del
Espíritu Santo
Extraído de “Institución de la Religión Cristiana” del teólogo Juan
Calvino. Cap. 9 donde explica muy bien un hecho en particular que muchas veces
vemos en nuestras iglesias pentecostales
Juan Calvino predicando |
1. Contra los
que exaltan al Espíritu con detrimento de la Palabra
Ahora bien, los que desechando la
Escritura se imaginan no sé qué camino para llegar a Dios, no deben ser tenidos
por hombres equivocados, sino más bien por gente llena de furor y desatino. De
ellos ha surgido hace poco cierta gente de mal carácter, que con gran orgullo,
jactándose de enseñar en nombre del Espíritu, desprecian la Escritura y se
burlan de la sencillez de los que aún siguen la letra muerta y homicida, como
ellos dicen. Mas yo querría que me dijeran quién es ese espíritu, cuya
inspiración les arrebata tan alto, que se atreven a menospreciar la Escritura
como cosa de niños y demasiado vulgar. Porque si responden que es el Espíritu
de Cristo el fundamento de su seguridad, es bien ridículo, pues supongo que
estarán de acuerdo en que los apóstoles de Jesucristo y, los otros fieles de la
Iglesia primitiva estuvieron inspirados precisamente por el Espíritu de Cristo.
Ahora bien, ninguno de ellos aprendió de Él a menospreciar la Palabra de Dios,
sino, al contrario, la tuvieron en gran veneración, como sus escritos dan
testimonio inequívoco de ello. De hecho, así lo había profetizado Isaías, pues
cuando dice (Is. 59,21): "El Espíritu mío, que está sobre tí, y mis
palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tu
simiente, ni de la boca de la simiente de tu simiente, dijo Jehová, desde ahora
y para siempre., no se dirige con esto al pueblo antiguo para enseñarle como a
los niños el A.B.C., sino más bien dice que el bien y la felicidad mayores que
podemos desear en el reino de Cristo es ser regidos por la Palabra de Dios y
por su Espíritu. De donde deducimos que estos falsarios, con su detestable
sacrilegio separan estas dos cosas, que el profeta unió con un lazo inviolable.
Añádase a esto el ejemplo de san Pablo, el cual, no obstante haber sido
arrebatado hasta el tercer cielo, no descuida el sacar provecho de la Ley y de
los Profetas; e igualmente exhorta a Timoteo, aunque era excelente y admirable
doctor, a que se entregue a la lectura de la Escritura (1 Tim.4,13). Y es digna
de perpetua memoria la alabanza con que ensalza la Escritura, diciendo que es
útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en
justicia" (2 Tim. 3, 16). ¿No es, pues, un furor diabólico decir que el
uso de la Escritura es temporal y caduco, viendo que según el testimonio mismo
del Espíritu Santo, ella guía a los hijos de Dios a la cumbre de la perfección?
También querría que me respondiesen a otra cosa, a saber: si ellos han recibido
un Espíritu distinto del que el Señor prometió a sus discípulos. Por muy
exasperados que estén no creo que llegue a tanto su desvarío que se atrevan a
jactarse de esto. Ahora bien, cuando Él se lo prometió, ¿cómo dijo que había de
ser su Espíritu? Tal, que no hablaría por sí mismo, sino que sugeriría e
inspiraría en el ánimo de los apóstoles lo que Él con su palabra les había
enseñado (Jn. 16,13). Por tanto no es cometido del Espíritu Santo que Cristo
prometió, inventar revelaciones nuevas y nunca oídas o formar un nuevo género
de doctrina, con la cual apartarnos de la enseñanza del Evangelio, después de
haberla ya admitido; sino que le compete al Espíritu de Cristo sellar y
fortalecer en nuestros corazones aquella misma doctrina que el Evangelio nos enseña.
2. La Escritura,
juez del Espíritu
Por donde fácilmente se entiende que
debemos ejercitarnos diligentemente en leer y en oír la Escritura, si queremos
percibir algún fruto y utilidad del Espíritu de Dios. Como también san Pedro
alaba (2 Pe. 1, 19) la diligencia de aquellos que oyen a "la palabra
profética", la cual empero, pudiera parecer haber perdido su autoridad,
después de haber llegado la luz del Evangelio; mas por el contrario, si alguno,
menospreciando la sabiduría contenida en la Palabra de Dios, nos enseñare otra
doctrina, este tal, con toda razón debe sernos sospechoso de fatuo y mentiroso.
¿Y por qué esto? Porque como quiera que Satanás se transforma en ángel de luz,
(2 Cor. 11, 14), ¿qué autoridad tendría entre nosotros el Espíritu Santo, si no
pudiese ser discernido con alguna nota inequívoca? De hecho se nos muestra con
suficiente claridad por la Palabra del Señor; sólo que estos miserables buscan
voluntariamente el error para su perdición, yendo en pos de su propio espíritu,
y no del de Dios. Mas dirán que no es conveniente que el Espíritu de Dios, a
quien todas las cosas deben estar sujetas, esté Él mismo sometido a la
Escritura. ¡Como si fuese una afrenta para el Espíritu Santo ser siempre
semejante y conforme a sí mismo, ser perpetuamente constante sin variar en absoluto!
Ciertamente, si se le redujera a una regla cualquiera, humana, angélica o
cualquiera otra, entonces podría decirse que se le humillaba, y aun que se le
reducía a servidumbre. Pero, cuando es comparado consigo mismo y considerado en
sí mismo, ¿quién puede decir que con esto se le hace injuria? No obstante,
dicen, es sometido a examen de esa manera. Estoy de acuerdo; mas con un género
de examen querido por Él, para que su majestad quedara establecida entre
nosotros.
Debería bastarnos que se nos
manifestara. Pero, a fin de que en nombre del Espíritu de Dios, no se nos meta
poco a poco Satanás, quiere el Señor que lo reconozcamos en su imagen, que El
ha impreso en la Escritura Santa. Él es su autor; no puede ser distinto de sí
mismo. Cual se manifestó una vez en ella, tal conviene que permanezca para
siempre. Esto no es afrenta para con Él, a no ser que pensemos que el degenerar
de sí mismo y ser distinto de lo que antes era, es un honor para Él.
3. La letra mata
En cuanto a tacharnos de que nos atamos mucho
a la letra que mata, en eso muestran bien el castigo que Dios les ha impuesto
por haber menospreciado la Escritura. Porque bien claro se ve que san Pablo (2
Cor. 3,6) combate en este lugar contra los falsos profetas y seductores que, exaltando
la Ley sin hacer caso de Cristo, apartaban al pueblo de la gracia del Nuevo
Testamento, en el cual el Señor promete que esculpirá su Ley en las entrañas de
los fieles y la imprimirá en sus corazones. Por tanto la Ley del Señor es letra
muerta y mata a todos los que la leen, cuando está sin la gracia de Dios y
suena tan solo en los oídos in tocar el corazón. Pero si el Espíritu la imprime
de veras en los corazones, si nos comunica a Cristo, entonces es palabra de
vida, que convierte el alma y "hace sabio al pequeño" (Sal. 19,7); y
más adelante, el Apóstol en el mismo lugar llama a su predicación, ministerio
del Espíritu (2 Cor. 3,8), dando con ello a entender que el Espíritu de Dios
está de tal manera unido y ligado a Su verdad, manifestada por Él en las Escrituras,
que justamente Él descubre y muestra su potencia, cuando a la Palabra se le da
la reverencia y dignidad que se le debe. Ni es contrario a esto lo que antes
dijimos: que la misma Palabra apenas nos resulta cierta, si no es aprobada por
el testimonio del Espíritu. Porque el Señor juntó y unió entre sí, como con un
nudo, la certidumbre del Espíritu y de su Palabra; de suerte que la pura
religión y la reverencia a su Palabra arraigan en nosotros precisamente cuando
el Espíritu se muestra con su claridad para hacernos contemplar en ella la
presencia divina. Y, por otra parte, nosotros nos abrazamos al Espíritu sin
duda ni temor alguno de errar, cuando lo reconocemos en su imagen, es decir, en
su Palabra. Y de hecho así sucede. Porque, cuando Dios nos comunicó su Palabra,
no quiso que ella nos sirviese de señal por algún tiempo para luego destruirla
con la venida de su Espíritu; sino, al contrario, envió luego al Espíritu
mismo, por cuya virtud la había antes otorgado, para perfeccionar su obra, con
la confirmación eficaz de su Palabra.
4. El Espíritu
que vivifica
De esta manera abrió Cristo el
entendimiento de los discípulos (Lc. 24,27), no para que menospreciando las
Escrituras fuesen sabios por si mismos, sino para que entendiesen las Escrituras.
Así mismo san Pablo, cuando exhorta a los tesalonicenses (1 Tes. 5,19-20) a que
no apaguen el Espíritu, no los lleva por los aires con vanas especulaciones
ajenas a la Palabra de Dios, sino que luego añade que no deben menospreciar las
profecías; con lo cual quiere sin duda decir, que la luz del Espíritu se apaga
cuando las profecías son menospreciadas. ¿Qué dirán a esto esos orgullosos y
fantaseadores que piensan que la más excelente iluminación es desechar y no
hacer caso de la Palabra de Dios, y, en su lugar, poner por obra con toda
seguridad y atrevimiento cuanto han soñado y les ha venido a la fantasía
mientras dormían? Otra debe ser la sobriedad de los hijos de Dios, los cuales,
cuando se ven privados de la luz de la verdad por carecer del Espíritu de Dios,
sin embargo no ignoran que la Palabra es el instrumento con el cual el Señor
dispensa a sus fieles la iluminación de su Espíritu. Porque no conocen otro
Espíritu que el
que habitó en los apóstoles y habló por boca de ellos, por cuya inspiración son
atraídos de continuo a oír su Palabra.
Basicamente todo el pueblo pentecostal ignora estos principios Biblicos...me refiero más al pueblo metodista pentecostal,acá en Chile...simplemente por ignorancia de los llamados pastores que estan arrastrando a las ovejas al barranco de la ignorancia...si tu eres de Jotabeche...¿me puedes decir cuál es la idea de un cambio si alli mismo están llevando el asunto por vía de desunion y disgregacion?
ResponderEliminarMe puedes responder a mi correo jfa_pili_31@hotmail.com ...gracias!
EliminarEstimado(a)...
EliminarAgradezco su comentario y agradezco al Señor que haya considerado y leído el artículo de Juan Calvino. Mi respuesta es: estoy de acuerdo con usted. Lamentablemente la iglesia Jotabeche 40 está en grande medida alejada de los principios expuestos en la Palabra de Dios. Persisten tradiciones humanas y doctrinas extrabíblicas que no tienen ningún provecho espiritual, sino al contrario, sólo permiten que el mismo sistema corrupto y contrario a la Piedad sea creíble y represivo con muchos de los que a los circuitos asisten. Independientemente de cuál sea la estrategia que tengan sus líderes humanos, lo que a mi me convoca es el cuestionar el sistema eclesial, pues en verdad ni siquiera me interesa las peleas de hombres carnales sedientos de poder, que exprimen a los hermanos hasta el último peso y viven por sobre el promedio de los hermanos, algo que la Escritura condena. Lo que a mi me motiva a escribir es la Verdad de las Escrituras y su llamado a reformar las cosas, pues como están no dan la Gloria a Dios sino la gloria barata de hombres. No obstante, como le repito no es mi interés ver por la conducción de la corporación (la verdad es que ni me interesa), sino llamar a todos aquellos que están inmersos en toda esa masa, ovejas verdaderas que anhelan tener un conocimiento mayor de la Palabra, muchas veces abusados por la ignorancia y los medios represivos y censuradores que les dan cuando desean conocer a su Señor. Por ellos enseño estas palabras hasta que mi Dios diga o me lo permita.
Muchos saludos
Que Dios le bendiga mucho.