Extraído del Libro "Equipados para la Batalla. Cómo resistir al Enemigo de Nuestras Almas" de John MacArthur. Editorial Mundo Hispano. pp.165-181
Una técnica del movimiento de guerra espiritual de
hoy en día es la “oración de guerra”. Esto se refiere a la confrontación con
Satanás y los demonios durante la oración. Un pastor lo explicó de esta manera:
“En una oración de reprensión rompemos las
ataduras de los demonios en la persona, contenemos su poder y eliminamos su
presencia… Generalmente digo: “En el nombre de Jesús, te reprendo, espíritu
maligno. No tienes nada que ver con la vida de Juana”
¿Y qué de esa oración de reprensión? ¿Es bíblica?
Piénsalo de esta forma: ¿Hacia quién está dirigida? No a Dios, sino a un
demonio. ¡Por definición eso no es ni siquiera una oración! Además, se supone
que los creyentes no deben tratar de controlar a los demonios. Como lo notamos
anteriormente, Dios a veces permite que los demonios aflijan a los creyentes
externamente para sus propios propósitos soberanos. Como Pablo, quien fue
afligido por un demonio que lo abofeteaba, nosotros debemos orar a Dios, no al
demonio. Y debemos estar preparados a
someternos al plan soberano de Dios, incluso si eso significa que sigamos
siendo atacados. La gracia suficiente de Dios puede capacitarnos, como en el
caso de Pablo, a crecer espiritualmente en nuestras aflicciones. Y Dios nos
promete el poder para resistir la tentación (1 Cor.10:13).
Otro
pastor que escribe a menudo acerca de guerra espiritual sugirió diferentes
oraciones de guerra para sus lectores. Aquí tenemos un ejemplo:
“En el nombre del Señor Jesucristo resisto
todos los esfuerzos de Satanás para mantener (a Juan) en la ceguera y
oscuridad. Ejerciendo la autoridad que me fue concedida en mi unión con el
Señor Jesucristo, derribo las fortalezas que ha formado el reino de las
tinieblas en contra (de Juan). Aplasto, rompo y destruyo todos esos planes
formados en contra de la mente (de Juan), su voluntad, sus emociones y su
cuerpo. Destruyo en oración la ceguera y mudez espiritual que Satanás tiene
sobre él”.
¿Con
quién está bromeando? ¿Piensa que sus palabras serán más efectivas que la
Palabra de Dios contra Satanás? Después de todo, solamente Dios puede quitar la
ceguera espiritual. Por eso “no nos
predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2 Cor.4:5).
¿Deben los creyentes destruir los planes formados en contra de la mente, las
emociones, voluntad y cuerpo de otra persona? Eso parece ser una especie de
esfuerzo telepático. De seguro que no es una oración bíblica. Orar para que
Dios use su Palabra para hacer una obra espiritual en la vida de una persona es
muy distinto a decir: “Resisto, derribo o aplasto; rompo y destruyo”. La verdad
es que oraciones como esa no tienen efecto en contra de los poderes de las
tinieblas.
Posteriormente
en su libro, el mismo autor sugiere oraciones de guerra para un hijo adoptivo.
Él cree que los demonios pueden transferirse y atravesar líneas de sangre
generacionales. Para prevenir que esto ocurra, él anima a los padres a que sus
hijos adoptivos digan esta oración de guerra:
“Cancelo toda
obra demoniaca que me han transferido mis antepasados. Como alguien que ha sido
crucificado con Jesucristo y resucitado para caminar en vida nueva, cancelo
toda maldición que se me haya puesto”
Pero esa oración no es ni bíblica ni necesaria.
Cuando cualquier persona acepta a Cristo como Señor y Salvador, Dios cancela o
quita todos los reclamos de Satanás en su contra. Pablo expresó ese pensamiento
de esta manera:
“¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas?
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
gratuitamente también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? El que justifica es Dios. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que
murió; más aún, es el que también resucitó; quien, además, está a la diestra de
Dios, y quien también intercede por nosotros”
Romanos 8:31-34
El autor sugirió otra oración de guerra para
“recuperar terreno perdido por medio de nuestros pecados carnales o mundanos”.
“Me dirijo en contra de Satanás y todo su
reino. Te quito a ti y todos los poderes de las tinieblas cualquier terreno que
estés reclamando en mi contra cuando pequé (nombre la ofensa). Clamo me
regreses ese terreno en el nombre del Señor Jesucristo. Lo cubro con la sangre
del Señor Jesucristo”
Pero esa no es oración. La
oración se dirige a Dios, no a Satanás y los demonios. ¿Quiénes somos nosotros
para mandar a los poderes de las tinieblas? Dios los controla, nosotros no. La
Biblia dice que debemos confesar nuestros pecados a Dios, no hablar con el
enemigo acerca de ellos. Además, es una blasfemia insensata decir que podemos
cubrir cualquier cosa con la sangre de Cristo. Esa no es nuestra prerrogativa.
Es Dios quien escoge cubrir nuestros pecados por medio de la sangre derramada por Cristo en la cruz. La
salvación es la obra de Dios, no del hombre.
La victoria sobre Satanás y sus
huestes implica un compromiso tremendo a
la oración, pero no hay base bíblica para oraciones especiales de guerra
dirigidas a los poderes de las tinieblas. ¿Cuál es la manera correcta de orar
en el campo de batalla? Pablo dijo esto:
“Orad en todo tiempo en el Espíritu con toda
oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos”
(Efesios 6:18).
La necesidad
de oración
Hace más de cien años Charlotte Elliot escribió un
himno titulado “Velad y Orad”, en él leemos:
Cristiano, todavía no busques reposo,
Escucha al gentil Salvador decir:
Estás en medio de enemigos
“Velad y Orad”.
Principados y potestades,
Congregan sus filas invisibles,
Esperando por tus horas sin resguardo:
“Velad y Orad”.
Velad, como si sólo en ello
Dependiera el tema del día.
Orad, para que se envíe ayuda de arriba:
“Velad y Orad”.
¿Por
qué es necesario velar y orar? Porque la oración trabaja conjuntamente con su
armadura espiritual. Pablo no estaba diciendo que además de la armadura se
añada la oración; él estaba implicando que la oración está entretejida con la
armadura. A medida que nos ponemos toda la armadura, debemos estar activos en
la oración. En todo el proceso de armarnos y pasar por las demandas de la
batalla, debemos estar activos en la oración.
Pero
la oración es más que un arma adicional; es el ambiente en el que se llevan a
cabo todas nuestras peleas. La falta de oración lo hará propenso a desmayarse, cansarse
o abandonar la pelea cuando la batalla se pone candente.
Pablo
enfatizó la importancia de la oración en el libro de Efesios. Probablemente
aquí, más que en cualquier otro libro de la Biblia, presenta los recursos que
son nuestros en Cristo. Al hacer esto, nos eleva a grandes alturas. Al
principio del libro comenzaremos en los cielos, y nos quedamos ahí hasta que
llegamos a Efesios 6:18. Aquí es donde Dios demanda que nos postremos de
rodillas.
Pueda
que usted piense, en un libro que describe tremendos recursos, la oración no va
a ser tan necesaria. ¿Para qué oraremos? Después de todo, Pablo escribió que
somos amados, perdonados, que abundamos en sabiduría, que somos miembros de la
familia íntima de Dios, receptores de dones espirituales y mucho más. En 1:3,
Pablo dijo que somos bendecidos “con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo”. ¡Esa es una imagen tremenda! Y le pertenece al
creyente.
Entonces,
¿Por qué es necesaria la oración? Porque es la llave para apropiarse de sus
recursos en Cristo. Comprenda que la armadura espiritual o cualquier otro recurso no es ni mecánico ni
mágico. Debe ser infundida con poder y energía divina.
La
oración también es necesaria porque es la llave para depender de Dios. Cuando
usted reconoce su posición exaltada y los recursos en Cristo, usted se
encuentra inmediatamente con un problema. Podría llamarlo egoísmo doctrinal,
problema definido en 1 Corintios 10:12: “Así
que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Usted puede convertirse
en lo que yo llamo un ateo espiritual: Cree en Dios pero vive como si no lo
necesitara.
Experimentar
mucho éxito y pocos fracasos hace que sea fácil olvidar a Dios y hace que usted
se crea autosuficiente. Una vida de oración apasionada y ferviente no puede
prosperar en ese ambiente. Para meditar eso, Richard Baxter ofreció este
consejo:
“Trabajen
duro con sus corazones mientras lo mantienen en una actitud reverente, seria y
ferviente, y no dejen que se enfríe o se descuide, para convertir a la oración
en un esfuerzo de labios, y en una formalidad sin vida… cuando el corazón
entumecido, aunque la voz es fervorosa. El corazón fácilmente se volverá
apagado, rutinario e hipócrita si no se vigila completamente y se le sigue y
anima diligentemente”
La variedad
de oraciones
En
Efesios 6:18, Pablo dijo que debemos orar “con
toda oración y ruego”. “Toda” se refiere a toda clase de oraciones.
“Oración y ruego” incluye tanto pedidos generales como específicos. Hay
diferentes maneras de orar. Algunos creen que la única manera de orar es de
rodillas. Otros piensan que la única manera de orar es de rodillas. Otros
piensan que la única manera de orar es alzando las manos. Otros creen que se
debe tener las manos cruzadas. Otros creen que se tiene que orar leyendo un libro
de oraciones. Pero si usted va a orar en todo momento, tendrá que orar de
diferentes maneras porque no va a estar en la misma posición todo el día.
Usted
puede orar en público o en privado, con gemidos, ya sea en voz alta o susurros
silenciosos. Puede ser deliberado o espontáneo. Puede haber oraciones de
petición, agradecimientos, confesión y alabanza. Se puede estar de rodillas, de
pie, levantar las manos o postrarse. No hay situación en la que no se pueda
orar.
La
frecuencia de la oración
En
Efesios 6:18, Pablo también dijo orar “en todo tiempo”. Tiene que haber un
carácter constante de oración. Ahora, obviamente usted no puede cargar un
librito por todos lados y leer oraciones todo el día. En Israel usted puede ver
a muchos judíos orando hora tras hora al frente del Muro de las lamentaciones.
Pero orar en todo tiempo no tiene nada que ver con fórmulas y repeticiones; es
simplemente vivir su vida en la presencia de Dios y con una actitud consciente
de él. Toda su vida debe presentarse a Dios en comunión.
Son
muy pocos los momentos en que no estoy consciente de Dios. Todo lo que veo y
experimento en mi vida simplemente se convierte en una oración. Si experimento
algo bueno, lo primero que me viene a la mente es: Dios, tú eres la fuente de todo regalo bueno y perfecto. Te
agradezco por eso. Si veo algo malo,
oro para que Dios lo corrija. Si tengo la oportunidad de encontrarme con
alguien que no conoce a Cristo, mi primera reacción es: Dios, es tan triste que esa persona no te conozca. Acércala a ti. Si veo
problemas, oro: Dios, tú eres el
liberador.
La
vida de oración es el monitor verdadero de la profundidad de su relación con
Dios. Martyn Lloyd-Jones dijo:
“La prueba final de mi entendimiento de la
enseñanza bíblica es la cantidad de tiempo que paso orando. Así como la
teología es en última instancia el conocimiento de Dios, cuanto más teología
sepa, más motivación tengo para tratar de conocer a Dios. No es saber “acerca”
de él ¡sino conocerlo! Todo el objetivo de la salvación es llevarme al conocimiento
de Dios… si todo mi conocimiento no me conduce a la oración, entonces algo anda
mal”
El
apóstol Juan escribió: “Lo que hemos
visto y oído, lo anunciamos también a vosotros, para que vosotros también
tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo
Jesucristo” (1 Juan 1:3). Dios quiere nuestra comunión, y la oración es
quizás la expresión más grande de ello aquí en la tierra.
¿Cuándo
es el mejor momento para orar? Todo el tiempo. David dijo: “Al anochecer, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré” (Salmo
55:17). Lucas dijo: “En aquellos días que
Jesús salió al monte para orar, y pasó toda la noche en oración a Dios” (6:12).
Los soldados cristianos deben orar todo el tiempo para que cuando comience la
batalla, estén listos. Toda su vida está completamente abierta a Dios.
El poder de
la oración
Debemos
orar “en el Espíritu” (Efesios 6:18).
Eso quiere decir hacer que sus oraciones sean consistentes con la mente y la
voluntad del Espíritu, quien “nos ayuda
en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos,
pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el
que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque
conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26-27).
¿Cómo
oramos conjuntamente con el Espíritu? Siendo llenos del Espíritu. Eso es lo
mismo que estar llenos de la Palabra de Dios (Efesios 5:18-20; cf. con
Colosenses 3:16-17). Es dejar que la Palabra de Dios penetre en cada parte de
nuestro ser. Si quiere ser lleno del Espíritu, siga una dieta permanente de la
Palabra de Dios. Así es como el Espíritu Santo armoniza su voluntad y sus
oraciones con las de él.
La manera de
orar
La oración alerta
En
Efesios 6:18, Pablo dijo: “Vigilando con
toda perseverancia y ruego”. Cristo mismo enfatizó la importancia de velar
en la oración, puesto que poco antes de ser arrestado:
“Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de
Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: Mi alma
está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Pasando un poco
delante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: “Padre mío, de ser
posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú”
Mateo 26:37-39
La
misión de Cristo era sufrir y morir por los pecados del mundo. Aunque no podía
pecar, sin embargo, podría experimentar toda la furia de la tentación (Hebreos
4:15). Él ya había experimentado la angustia por el pecado de la humanidad,
pero ahora esa angustia se intensificó al acercarse el momento de su
crucifixión. Él, el impecable Hijo de Dios, fue rechazado ante el prospecto de
asumir toda la magnitud y corrupción del pecado de la humanidad. Experimentó la
soledad máxima de ser abandonado por su Padre cuando se convirtió en pecado por
nosotros. La agonía de esta tentación era tan grande que hubiera sido
suficiente como para matarlo.
Aunque
no se menciona a Satanás por nombre en este pasaje, sin lugar a dudas tentó a
Cristo para que reclame sus derechos divinos. Quizás sugirió: “¿Por qué el
autor de la justicia debe someterse a la más flagrante injusticia? ¿Por qué el
creador de la vida debe someterse hasta la muerte?”. Podemos estar seguros de
que Satanás estaba diciéndole a Cristo que desobedeciera a su Padre para que evitara la cruz. ¿Por
qué? Porque Satanás quería evitar la obra de salvación.
Note
que Cristo no confrontó a Satanás ni usó oraciones de guerra. Aunque la
anticipación de la cruz era terrible, Cristo oró sumisamente: “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo
26:39).
Cuando
Cristo regresó a donde estaban los tres discípulos, los halló durmiendo y dijo:
“¿Así que no habéis podido velar conmigo
una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu, a la
verdad, está dispuesto; pero la carne es débil” (v.40-41).
Les
estaba advirtiendo que no confiaran en su propio poder para vencer a Satanás.
En lugar de pelear con el diablo de frente, ellos debían acercarse a Dios en
oración. Pero en este caso, los discípulos se durmieron en lugar de mantenerse
alertas.
¿Qué
podemos aprender del ejemplo de Cristo de orar? Primero, puesto que el propio
Hijo de Dios necesitaba orar en medio de la tentación, ¿cuánto más nosotros?
Segundo, la oración no es un medio por el cual doblamos a la fuerza la voluntad
de Dios para que se conforme a la nuestra, sino que es un medio por el cual
sometemos nuestra voluntad a la de él. Si Cristo se sometió a la voluntad del
Padre, cuánto más nosotros.
La oración persistente
No solamente debemos estar
alertas en la oración sino también persistentes. En Efesios 6:18, Pablo dijo: “Vigilando con toda perseverancia y ruego”.
La palabra griega que significa “perseverancia” se refiere a algo que está
firme. La oración es más que una comunicación libre y fácil con el Señor, es
una vida de perseverancia. Eso se ilustró en la parábola que dijo Cristo acerca
del juez injusto (Lucas 18:1-8). Una mujer se mantuvo viniendo y rogando al
juez. Al final él hizo lo que ella quería. Nosotros también necesitamos demostrar
al Señor que realmente nos interesa lo que le estamos pidiendo. Si usted
realmente quiere aquello por lo que está orando, la persistencia en la oración
será algo natural.
En
otra parábola Cristo habló de un hombre que se mantuvo tocando la puerta de un
amigo para conseguir comida (Lucas 11:5-10). El amigo dijo: “No me molestes; ya está cerrada la puerta y
mis niños están conmigo en la cama junto conmigo; no puedo levantarme”. Pero
el hombre continuó tocando hasta que el amigo se levantó y le dio lo que pedía.
En
ambas historias la mujer y el hombre hambriento siguieron persistiendo hasta
que recibieron lo que estaban pidiendo. Asimismo, debemos ser fieles y
persistentes en nuestras oraciones “para
que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro”
(Hebreos 4:16).
La oración específica
El
creyente también debe orar en forma específica. En Efesios 6:18, Pablo dijo: “Vigilando con toda perseverancia y ruego”.
La palabra griega que significa “ruego” se refiere a peticiones específicas.
¿Por qué debemos orar específicamente? Porque Dios contesta la oración para
mostrar su poder. Si usted no ora específicamente, no verá a Dios trabajando.
Cuando
era pequeña, mi hija Maritza solía orar: “Dios
bendice a todo el mundo”. Yo le decía: “Maritza,
cariño, no puedes orar de esa forma. Él no va a hacer que todo el mundo se
sienta mejor. Eso es demasiado general; tú tienes que orar en forma específica”.
Ella aprendió a hacerlo. Cuando usted ora específicamente verá a Dios
contestando específicamente para su gloria.
Nuestras
peticiones específicas deben enfocarse en asuntos espirituales. Orar por las
necesidades físicas, orar por el reumatismo de alguien, problemas del corazón,
piernas rotas, o cirugías, es importante. Yo oró por las necesidades físicas de
la gente, pero más que eso, oro para que Dios le dé la victoria al creyente en
la batalla en contra del enemigo. Ese fue el enfoque principal de Pablo en
Efesios 6:18. Un santo oró por victoria en la batalla de esta manera:
Oh Señor,
Te bendigo porque el tema de la batalla
entre tu
Y Satanás
Nunca ha sido incierta,
Y terminará en victoria.
El calvario rompió la cabeza del dragón,
Y yo contiendo con un enemigo derrotado,
Que con toda su sutileza y fuerza
Ya ha sido vencido.
Cuando sienta a la serpiente en mi talón
Que recuerde a aquel cuyo talón fue herido,
Y que cuando fue herido, rompió la cabeza
del diablo.
Mi alma con gozo interior ensalza al
Conquistador Poderoso.
Sáname de cualquier herida recibida en el
gran conflicto;
Si me llené de inmundicia,
Si mi fe ha sido afectada,
Si mi esperanza es poco brillosa,
Si mi amor no es fervoroso,
Si la comodidad de alguna criatura ocupa mi
corazón,
Si mi alma se hunde bajo la presión de la
pelea.
Oh, tú cuyas promesas son bálsamo,
Cada toque es vida,
Acércate al guerrero extenuado,
Refréscame, para que pueda levantarme otra
vez
Para luchar contra el conflicto,
Y nunca cansarme hasta que mi enemigo sea
pisoteado.
Dame tal comunión contigo que pueda desafiar
A Satanás,
La incredulidad, la carne, el mundo,
Con un deleite que no viene de una criatura,
Y que no lo puede manchar.
Dame una vasija de la fuente eterna
Que yace en tu inmutable, eterno amor y
decreto.
Entonces mi mano jamás se debilitará, mis
pies nunca
Tropezarán,
Mi espada nunca descansará, mi escudo nunca
se
Oxidara,
Mi casco jamás se romperá,
Mi coraza nunca fallará,
Mi fuerza descansará en el poder de tus
fuerzas.
Los objetos
de la oración
¿Por
quién debemos orar? Por “todos los
santos” (Efesios 6:18). Debemos orar el uno por el otro. Note que Satanás y
los demonios no son los objetos de la oración bíblica. No se nos dice que
digamos: “Te reprendo, espíritu maligno”. No se nos dice que destruyamos la
ceguera espiritual. Tales técnicas extrañas no tienen cavidad en la guerra
espiritual.
¿Qué
debemos hacer? Orar por los demás. Hacer esto es vital para la salud de la
empresa. Cuando parte de su cuerpo sufre, el resto compensa para ayudar a
fortalecerlo. Asimismo, cuando un miembro de la Iglesia está débil o herido,
debemos orar por él.
Como efecto secundario, orar por la salud
espiritual de otros es también beneficioso para usted. El doctor Lloyd-Jones
hizo esta observación:
“Antes del estallido de la guerra civil
española, en Barcelona, Madrid y otros lugares, había clínicas de psicología
con gran cantidad de neuróticos recibiendo tratamiento con medicinas así como
otros que asistían regularmente para tener psicoanálisis y cosas por el estilo.
Tenían sus problemas personales, preocupaciones, ansiedades, tentaciones, y
tenían que regresar semana tras semana, mes tras mes a las clínicas para seguir
funcionando.
Luego vino la guerra civil; uno de los
primeros y más sorprendentes efectos de esa guerra fue que prácticamente vació
las clínicas de psicología y psiquiatría. Esta gente neurótica fue
repentinamente curada por una ansiedad mayor, la ansiedad de su posición
social, si sus casa aún existían, si sus esposos todavía estaban vivos, si sus
hijos habían sido asesinados. Las ansiedades mayores se deshicieron de las
menores. Al tener que prestar atención al problema mayor se olvidaron de sus
propios y a veces insignificantes problemas personales.”
¿Quiere
usted ser una persona espiritualmente saludable? Entonces involúcrese en las
cosas importantes. Involúcrese en consumirse en la oración para el reino de
Dios, y no se preocupará de las necesidades menores.
Lloyd-Jones continuó diciendo:
“El temor mayor quita los temores menores; y
yo estoy aplicando ese principio a la cuestión de la oración. Cuando siente que
se encuentra en una especie de torbellino, y no puede dejar de pensar en usted;
cuando siente lástima de sí mismo y siente que está pasando por un momento
inusualmente difícil con todo en su contra y casi lo está llevando a la
desesperación, uno de los mejores remedios es sentarse y decir: “¿y qué es esto
o aquello? ¿Y qué de esta persona, o esa, y qué acerca de los cristianos de
otros países?”. Arrodíllese y ore por ellos, y pronto se levantará dándose
cuenta que se ha olvidado de sí mismo… Hallará que al orar por ellos usted está
resolviendo sus propios problemas y obteniendo libertad”.
Es
maravilloso orar por otros, pero usted no puede hacerlo con efectividad a menos
que sepa lo que está pasando en sus vidas. Usted conoce muy bien sus propios
problemas pero no es ahí donde debe pasar la mayor parte del tiempo. Ore por
otra gente, esté al tanto de sus necesidades. El egoísmo mata esa perspectiva.
La mayoría de nosotros nunca toma en serio la oración hasta que pasa algún
problema en nuestras vidas. A menudo tomamos diez veces más en serio nuestros
propios problemas que los de los demás. Eso revela nuestro egocentrismo.
¿Y
qué de la gente de nuestro alrededor? ¿Está consciente de sus necesidades
espirituales? ¿Está orando por su cónyuge, hijos, amigos, vecinos y gente de su
estudio bíblico? ¿O no les presta atención y cuidado?
La
oración requiere que nos comuniquemos mutuamente para saber la razón por la
cual orar. Ese es el ejemplo que dio Pablo a la iglesia de los efesios:
“Orad por mí, para que al abrir la boca me
sean conferidas palabras para dar a conocer con confianza el misterio del
evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; a fin de que por ello yo hable
con valentía, como debo hablar.
Ahora bien, para que también vosotros
sepáis, cómo me va y qué estoy haciendo, todo os informará Tíquico, hermano
amado y fiel ministro del Señor. Por esto mismo, os lo he enviado para que
sepáis lo tocante a nosotros para que él anime vuestros corazones.”
Efesios 6:19-22.
Puesto
que Pablo no esperaba que
los efesios oraran por él sin tener algo de información, él les mandó esta
información por medio de su buen amigo Tíquico. ¿Cuál era la razón por la cual
Pablo quería que oraran? Por la victoria de una batalla espiritual. Él era
prisionero en Roma y quería tener valor para hablar acerca de Cristo. Dios
contestó esa oración. Sabemos por medio del libro de Filipenses que su
testimonio del evangelio “han sido
conocidas en todo el pretorio y entre todos los demás” (Filipenses 1:13).
Su valentía ayudó a que otros creyentes hablaran la Palabra de Dios sin temor
(Filipenses 1:14).
¿Está
la oración entretejida en su armadura espiritual? En su libro Knowing God (“El conocimiento del Dios
Santo”), J.L.Packer escribió:
“Debemos aprender a medirnos, no por nuestro
conocimiento de Dios, no por nuestros dones y responsabilidades en nuestra
iglesia, sino por la manera en que oramos y lo que pasa en nuestros corazones.
Muchos de nosotros, sospecho, no tenemos idea de lo empobrecidos que estamos en
este nivel. Pidámosle al Señor que nos los muestre.”
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