lunes, 25 de noviembre de 2013

De cómo ignoramos las Escrituras

“…Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”
(Mateo 22.29)




       Los seres humanos podemos jactarnos y envanecernos de diversas cosas, pero de la ignorancia jamás. No he escuchado a una sola persona, con uso de razón, que diga: “Admiren mi ignorancia, no sé nada”. Más bien, la ignorancia es una vergüenza para todos. Es sumamente entendible que muchos ignoremos áreas como la medicina o ingeniería, y por ello confiamos estas cosas a profesionales. Ante el conocimiento de la Palabra de Dios no hay excepciones, ya que si nos hacemos llamar cristianos debemos reconocer con toda propiedad nuestra normal tarea de estudiar y de ser conocedores de cada una de las enseñanzas espirituales, históricas y proféticas de la Palabra de Dios.

Nosotros consideramos con frecuencia ser hijos de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12), y también servidores de Él. Somos una iglesia llena de fe y perseverancia, no dudare aquello. Sin embargo, estos atributos están incompletos si no indagamos en la Palabra de Dios. El Señor Jesús afirmó con toda autoridad: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi” (Juan 5:39).  Jesús dice que en las Escrituras se encuentra el testimonio profético y espiritual de su existencia y razón de venida, aspectos que no podemos conocer por simples testimonios o enseñanzas de los “instrumentos”, sino que las Escrituras son las que nos dan cuenta de la obra del Señor. De esta forma, la causa fundamental de la aprobación de todas aquellas prácticas erradas es nuestra ignorancia respecto a la Palabra de Dios.


Sobre la importancia que tiene el estudio de la Palabra de Dios

El punto de partida para el crecimiento de todo cristiano son las Escrituras. Es de suma importancia conocer las Escrituras debido a que:

a) La Salvación depende de entender el mensaje del Evangelio que esta en la Biblia.

b) La seguridad depende de descansar en la verdad de la Biblia.

c) El crecimiento espiritual depende de vivir de acuerdo a los principios de la Biblia.

d) El poder para testificar depende de la confianza que tengamos en la Palabra de Dios.


La Palabra de Dios significa mucho para el cristiano. El hecho de faltar al conocimiento de su contenido es un verdadero suicidio intelectual, ya que al ignorar las Escrituras desconocemos la base de nuestra fe. Si nuestro objetivo diario es cultivar una relación con Dios debemos buscar su rostro a través de la lectura de la Palabra y la oración. Es por medio de estos canales que encontraremos la voz, el pensamiento y el plan de Dios para nuestras vidas. Si desconocemos esto, ¿podremos predicar la voluntad de Dios a las personas que no le conocen?


Sobre las evidencias de nuestra falta de conocimiento en las Escrituras

¿Cuáles son las evidencias con las cuales podemos corroborar nuestro descuido ante el estudio de la Palabra de Dios? Si una Iglesia tiene doctrinas o practicas contrapuestas a la Palabra de Dios, no solo podemos inferir de inmediato que no están cumpliendo la voluntad de Dios a cabalidad, sino que también su error proviene de un desconocimiento de la doctrina verdadera. En otras palabras, la ignorancia en el contenido de las Escrituras es causa directa de la aprobación de doctrinas humanas sin sentido bíblico. Al decir “sentido bíblico” nos referimos al apoyo o validez que tenga una determinada enseñanza en las Escrituras. ¿Qué pensaría usted si le predicara que Cristo vino a salvar solo a los que tienen una ideología política derechista, porque dice en la Palabra de Dios: “Entonces el Rey dirá a los de su DERECHA: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros…” (Mateo 25:34)? Con seguridad usted respondería que hago una interpretación errada, pues ignoro el contexto que el Señor menciona y el real mensaje que desea dar. Asimismo el hecho de citar un pasaje que supuestamente apoye la doctrina enseñada no garantiza que aquella enseñanza esté correcta, pues la interpretación de aquel pasaje debe evaluarse respecto al contexto total de las Escrituras. En los próximos capítulos, cada una de estas prácticas será atendida con mucho cuidado, ya que no pretendo caer en juicios ni subjetividad. Antes pretendo hacer un análisis con criterio bíblico, de la forma más imparcial posible.


Sobre los problemas que emergen de la falta de conocimiento

La falta de conocimiento en la Palabra de Dios es el punto de inflexión que separa un caminar de acuerdo al evangelio del Reino de Dios de uno que se dirige solo a doctrinas humanas. ¿Cómo podemos interpretar de manera correcta las Escrituras si desconocemos la mayoría de sus fundamentos? Piense un momento. Si a usted se le encarga una oficina de contabilidad y no tiene los conocimientos necesarios para ejercer tal función, ¿Podría tomar una decisión correcta? Seria muy afortunado si una decisión cobrara buen fruto, pero ¿vivirá siempre de buena suerte? Asimismo ocurre con la Palabra de Dios. Si no la estudiamos no tendremos conocimiento para ejercer las diversas funciones que Dios nos da, como por ejemplo, la enseñanza de la Biblia.

a) Mientras más ignoramos el contenido de las Escrituras más tendencia tenemos a realizar interpretaciones erradas.

b) Mientras más estemos propensos a interpretar erradamente los pasajes bíblicos, más probable es que enseñemos algo incorrecto.

c) Mientras más ignoramos las Escrituras mayor es la probabilidad de aprobar prácticas no apoyadas por la Palabra de Dios, y por ende, doctrinas humanas que llevan a la destrucción.


¿Cómo podemos interpretar de manera correcta las Escrituras? Tal como lo orienta Hank Hanegraaff: “…la Escritura completa es mayor que la suma de sus pasajes individuales. Usted no puede comprender la Biblia en su totalidad sin comprender sus partes individuales y uno no puede comprender sus partes individuales si no comprende la Biblia en su totalidad”. Este principio es llamado Sinergia en las Escrituras, y esta “demanda que los pasajes bíblicos individuales no sean nunca interpretados de tal forma que causen conflictos con la totalidad de la Escritura” . Este principio es apoyado en las Escrituras, no solo con el mandato de “Escudriñad”, sino que con no ignorarla de forma completa. Cuando los saduceos se acercaron a Jesús vinieron con una pregunta sobre la resurrección. Ante la errada interpretación de ellos Jesús dijo: “…Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22.29). Cuando Jesús habló de las Escrituras lo hizo de modo general de igual forma como el apóstol Pablo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios...” (2 Timoteo 3:16-17), refiriéndose a la globalidad de la Palabra de Dios, y no a pasajes en específico. Una interpretación correcta depende de cómo nos presentemos a Dios, y de cómo estudiemos y tomemos aquel pasaje a enseñar. Josh McDowell cita a F.F.Bruce: “Cualquier parte del cuerpo puede ser debidamente explicada únicamente en relación con el cuerpo entero. Y cualquier parte de la Biblia puede ser explicada únicamente en forma adecuada en relación con la Biblia entera” Toda interpretación de la Escritura es correcta solo si aquella conclusión no presenta conflicto con la totalidad del mensaje. No podemos presentar una interpretación que no esté acorde al mensaje integral de la Biblia.

“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi”
(Juan 5:39)
Es por esto que la ignorancia en las Escrituras hace de nuestra iglesia una congregación sin un fundamento firme. Todo proyecto que deseemos emprender estará siempre acompañado de un nulo conocimiento de las Escrituras, y esto hace de aquella aspiración una construcción endeble y sin sentido. Es la ignorancia el camino y método más efectivo para la ciega aprobación de todas aquellas prácticas que quizás no van acorde a las Escrituras. Podemos aceptar confiadamente que aquellas declaraciones emitidas desde el altar son una verdad irrevocable, pero ¿Qué sucedería si ellos han malinterpretado las Escrituras? ¿Acaso jamás sabremos si estamos errados frente a la Palabra de Dios? Mientras más descuidamos el estudio de la Palabra de Dios más propensos estamos a creer ciegamente en diversas enseñanzas que pueden ir en contra de la Biblia. Si no leemos las Escrituras no sabremos si lo que se enseña tiene una interpretación correcta. Josh McDowell cita a F.R.Beattie: “El aceptar una verdad de modo irreflexivo, o recibirlas simplemente en base a la autoridad de que están investidas, no es suficiente para una fe inteligente y estable” . Jesús dijo: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17). Si el propio Señor afirmó que todo el que desee hacer conforme a la voluntad de Dios conocerá la doctrina de Dios, porque hace lo que Dios desea, asimismo debemos cuestionar si el que está predicando realmente predica la voluntad de Dios expresada en su propia Palabra o solamente habla por su propia cuenta. Si alguien interpreta de forma incorrecta algún pasaje, no está expresando de manera correcta la voluntad de Dios. Así como lo menciona el apóstol Pablo: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Jesús concluye: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero, y no hay en él injusticia” (Juan 7:18)


Sobre la clásica justificación ante nuestra irresponsabilidad con el estudio de la Palabra de Dios

¿Qué sucedería si alguien demandase de nosotros razones o respuestas respecto a nuestra fe? El apóstol Pedro aconseja: “…estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15). Es necesario por lo tanto estudiar las Escrituras y preparar defensa respecto a ellas. ¿Está realmente preparado un hermano común y corriente para dar una respuesta concreta ante una crítica escéptica? De seguro nuestra clásica respuesta ante esto es: “porque el Espíritu Santo os enseñará a la misma hora lo que debáis decir” (Lucas 12:12). Ante este razonamiento hay un gran problema: quitamos de contexto estas palabras. El versículo anterior afirma: “Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir” (v.11). Jesús nos habla acerca de un contexto sumamente adverso: la persecución y la acusación de personajes hostiles al evangelio. En aquellos momentos uno no tiene tiempo ni tranquilidad para preparar una defensa elaborada. Caso contrario al que vivimos comúnmente los hermanos, donde la persecución se reduce al mínimo, y el tiempo disponible para el estudio y preparación de las Escrituras es esencial y libre. Dios nos manda a escudriñar las Escrituras, no a ignorarlas. Dios nos promete la guía de su Santo Espíritu para que seamos llevados a toda verdad y justicia, pero no para que caigamos en la pereza, descuidando el estudio al pensar que el Espíritu Santo hará algo que nosotros tenemos como obligación. Entendamos de una vez que el estudio de la Palabra de Dios no puede ser reemplazado. Es nuestra tarea fundamental. El Espíritu Santo pondrá palabras en nuestra boca cuando nosotros aprendamos a realizar cuidadosos estudios de su Palabra, en oración y en comunión con Dios. Otra muletilla la basamos en las palabras del apóstol Pablo: “…la letra mata, más el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). En este versículo la palabra letra viene del griego grámma, cuyo significado es carta, escrito o escritura. Tomando el punto de vista de muchos hermanos tendríamos que entender que el mucho estudio mata. Quizás esta tendencia es correcta, ya que un exacerbado estudio carente de comunión con Dios no genera un buen fruto, sino que solo una mecanización de la lectura y comprensión de las Escrituras, pero no debe ser, en ninguna forma, un pretexto para descuidar el estudio personal. Es muy probable que el apóstol Pablo mencionara este versículo citando el excesivo literalismo que hacemos de las Escrituras, causa de muerte para muchos (legalismo, fundamentalismo, etc.). Si analizamos el contexto que nos presenta la carta de Pablo a los Corintios podemos inferir que: “el literalismo (legalismo, fundamentalismo) mata, pero la esencia del pasaje (lo que trasciende del pasaje, lo espiritual del pasaje) es lo que da vida a la Palabra de Dios”. El apóstol Pablo nos dice que jamás ignoremos ambas partes necesarias del crecimiento de acuerdo a la Palabra de Dios: Por una parte, la inspiración y guía del Espíritu Santo, y por la otra, el estudio metódico y cuidadoso de las Escrituras. No se malentienda esto, porque muchos pensarán que propongo una reforma académica o teológica, en la cual todos nos convirtamos en unos eruditos altivos de la Biblia y no demos espacio para la inspiración de Dios. Sería incoherente afirmar aquello, de hecho es un criterio antibíblico: “No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:19). Todo estudio correcto de la Palabra de Dios demanda la guía del Espíritu Santo de nuestro Señor. El entendimiento de Dios, que viene de su Palabra, opera en armonía con el Espíritu Santo: “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:17).

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