viernes, 29 de noviembre de 2013

La justificación por la fe en Jesús

 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”
(Mateo 5:6).

    Dentro del Sermón del Monte el Señor refirió estas palabras. El ser bienaventurado es sinónimo de dichoso y feliz. En otras palabras, Jesús dijo que se sintieren felices si tenían hambre y sed de justicia, porque tales serán finalmente satisfechas. El hambre y la sed son expresión de necesidad. Quien tiene hambre es porque necesita del suministro del alimento y quien tiene sed es porque necesita que se le proporcione agua. Como sabemos tanto el hambre como la sed son sensaciones del cuerpo pero que el cuerpo no puede resolver totalmente a menos que se es suministrado el alimento desde fuera del cuerpo. Jesús dijo que aquellos que sientan necesidad de que la justicia les sea suministrada, porque no disponen de ella, pueden sentirse dichosos, porque esa justicia sería suministrada y apagaría la sed por ella. No obstante, ¿a qué se refiere con necesidad de justicia?

     En la Biblia, la Justicia es uno de los atributos de Dios. Así como Dios es Amor, Bondadoso y Misericordioso, también es Santo, Severo y Justo. La Biblia nos habla de la Justicia y el Juicio de Dios como el cimiento de su Trono (Sal.97:2). Gran parte de este atributo puede resumirse en la pregunta que hace Abraham a Dios: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25). Ante el Tribunal de Dios, cada uno recibirá según lo que hizo, sea bueno o malo (2 Cor.5:10). Esta es la Justicia, que Dios condenará toda maldad, impiedad e injusticia de los hombres: “Y el hombre será humillado, y el varón será abatido, y serán bajados los ojos de los altivos. Pero Jehová de los ejércitos será exaltado en juicio, y el Dios Santo será santificado con justicia” (Isaías 5:15-16). Quien no hace conforme a la Justicia de Dios es injusto y la Escritura nos enseña que Él sabe: “…reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 Pe.2:9). Se nos dice en la Escritura que Dios es el Juez de todos (Hch.12:33), que juzgará a los pueblos con verdad (Sal.96:13) y que dio todo el juicio al Hijo (Jn.5:22). Se nos habla de un día en que Dios juzgará al mundo con justicia por el varón al que designó, habiéndole levantado de los muertos, Jesús (Hch.17:31). La Palabra nos dice que todos compareceremos ante el Tribunal de Cristo (Ro.14:10), por lo que el mismo quien dijo “Bienaventurados” es quien nos juzgará con verdad.

      La justicia de Dios es mucho más elevada que la nuestra. Porque “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is.55:9). Nuestra percepción de la Justicia puede variar pero Dios ha fijado su estándar y por él se regirá sin ninguna injusticia. Por cometer un solo pecado, el pecador se queda fuera del Reino de Dios, destituido de la gloria de Dios. ¿Qué Dios enteramente justo y santo deja morar la injusticia y la impureza en su Reino? Por lo que antes de hacerte cualquier consulta existencial como “¿quién soy? O ¿hacia dónde voy?”, mejor consúltate, ¿cómo escaparás del juicio de Dios?

       La Palabra nos habla de la justicia alcanzada por medio de efectuar y permanecer en las obras de la ley. La justicia se mide por el estándar de Dios el cual son sus mandatos. La ley de Dios dice: “Por tanto, guardareis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos” (Lev.18:5). La Escritura nos enseña: “Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia; que no comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni violare la mujer de su prójimo, ni se llegare a la mujer menstruosa, ni oprimiere a ninguno; que al deudor devolviere su prenda, que no cometiere robo, y que diere de su pan al hambriento y cubriere al desnudo con vestido, que no prestare a interés ni tomare usura; que de la maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero entre hombre y hombre, en mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor” (Ez18:5-9). ¿Acaso alguien ha cumplido todas estas cosas y vive sin desagradar a Dios? Por el contrario, el mismo profeta enseñó que“…el alma que pecare, esa morirá” (Ez.18:4). El apóstol Santiago dijo: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stgo.2:10). La Escritura nos dice: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gál.3:10). Por lo que nuestra condición natural es absolutamente aterradora, pues no tenemos Justicia, no podemos alcanzarla por nuestras obras, por lo que somos injustos. La Palabra nos dice: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?...” (1 Co.6:9). La misma Palabra nos dice que “…la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres…” (Rom.1:18).

     ¿Cómo te defenderás delante de ese juicio? ¿Qué excusas darás? Todas las evidencias estarán al descubierto, los libros serán abiertos, tus pecados serán leídos. No serás juzgado por las obras de nadie más, sino por las tuyas. No estará Hitler para que digas “fui más justo que él”. Serás juzgado por lo que Dios es, por tu conformidad a sus mandamientos, y no dejará pasar ninguno de sus mandatos. El apóstol Pedro dijo: “pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pe.3:7). Y si has cometido un solo pecado, eres uno de ellos. Esta es la Verdad más aterradora de las Escrituras, que Dios es Justo. Imagínate que un hombre cometiera el crimen de asesinato a toda tu familia. Lo traerías ante el juez y el juez diría: “Yo soy un juez de amor, perdono sus crímenes, que salga libre”. Dime qué pensarías sobre ese juez, que es más malo que el propio criminal. Y Dios no es así, castigará todo pecado.

    ¿Comienzas a sentir hambre y sed de Justicia? Si Dios ahora mismo abriera los cielos, ¿te hallarías aterrado frente a Él por no disponer de justicia alguna con la que puedas escapar de su castigo? Toda esta verdad puede provocar total desesperación. No obstante el Señor Jesús dijo que todo aquel que sintiese necesidad de justicia es bienaventurado, porque esa necesidad de ser justo sería saciada. Le tengo una buena noticia, la más grande de todas las que podría escuchar. La Escritura no sólo nos habla de una justicia alcanzada por medio de la ley, porque si vivimos a diario transgrediendo la ley, ninguno será justificado por las obras de la ley (Gál.3:11). Se nos habla también de una justicia que es por medio de la fe en el Hijo de Dios. La Escritura nos dice que el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree y el que cree en Él no será avergonzado (Ro.9:33 – 10:4). Por creer en el Señor Jesús se nos es dada la justicia de Él.

      El Señor no cometió los pecados que hemos cometido. El Señor no cayó en las que cosas que tú caes. El Señor hizo las obras y vivió conforme a la ley, algo que usted ni yo hemos podido hacer. Vivió una vida justa delante de Dios Padre. Porque al final de cuentas el único que puede hacer toda la Palabra de Dios es Dios mismo. Jesús como Dios hecho hombre, vivió conforme a toda la Palabra de Dios. Uno de los pasajes que resume en sencillas palabras el evangelio es el siguiente:

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”
(2 Cor.5:21).

     ¿Qué es lo que dice este versículo? Que el que no cometió pecado alguno, fue hecho pecado. Dios Padre vio en esa cruz pecado y castigó el pecado que nosotros merecíamos pagar en su propio Hijo. Jesús fue hecho maldición en esa cruz, fue aplastado, quebrantado, desamparado, castigado, y por si fuera poco, soportó toda la Ira de su propio Padre que tenía por los pecados que usted y yo hemos cometido. El propósito de esto es ser declarado justo en Él. No eres justo por lo que haces o dejas de hacer, eres justo por lo Jesús hizo: vivir una vida santa, hacerse pecado y ser castigado por Dios, y ser levantado de los muertos con gloria. Si crees en el Hijo de Dios la Justicia que Él hizo reemplazará la injusticia que tú tanto has observado. Delante del Juicio de Dios estarás confiado, no por lo que hiciste, no por lo que no viviste, sino por la Justicia del Señor. Él sustituyó tu lugar en esa cruz, Él pagó la condena que tú debías. De esta forma Dios es Justo y justifica al que es de la fe, no deja de ser justo al declarar a alguien justo siendo que no era así, porque su Hijo vivió la vida que los impíos no vivimos y por su Justicia seremos justos. Por lo que cree en el Señor Jesús, pues comparecerás ante su Tribunal y la única forma de refugiarte de la condena que será declarada a todos los pecadores es el mismo quien dijo que la necesidad de justicia será saciada. Cree en el Señor Jesús y darás fruto. No es lo que tú seas, ni lo que des. Es lo que Él es e hizo.

Amén.

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