viernes, 29 de noviembre de 2013

Si no os arrepentis

"En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente"
(Lucas 13:1-5)
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo"
(Lucas 15:21)
     Nuestro Señor como Dios del Universo sabía todas las cosas de antemano, aún las que pensaba su pueblo sobre sí mismos. Todo hombre debe cuestionarse en alguna medida quién es y cómo vive de verdad. Los judíos por su parte estimaban que las muertes trágicas o las enfermedades sin cura eran el producto de una vida de pecado más intensa o de antepasados que habían vivido más indecorosamente que los demás. Ante este pensamiento, el Señor les dice que "No, si ustedes no se arrepienten, perecerán de la misma manera que todos". En otras palabras, es necesario un arrepentimiento como punto de inflexión entre la vida y el perecer de una forma general. Estas palabras del Señor muchas veces son subestimadas y dispuestas como simple filosofía o bellas palabras. Pero a la verdad su peso es en extremo grandioso. El pueblo judío se conformaba a la idea que serían considerados por Dios para salvación por sus obras y que el peso de estas determinarían su destino eterno. Para ellos la evidencia de que alguien sería condenado era su tragica vida o muerte. No obstante, Jesús como Dios hecho hombre sabía sus pensamientos y les dice que a todos les espera un destino igual, perecer, y la única forma de estar exento o libre de tal condenación es el arrepentimiento verdadero. Arrepentirse de los pecados es mayor que cualquier percepción propia. Pensamos que porque no pecamos igual que el resto o de mayor forma estaremos exentos de la condenación de Dios. Jesús dice "No, si ustedes no se arrepienten de verdad, pagarán sus pecados". Reuniendo toda la enseñanza del Maestro, podemos inferir que Él dijo: "Un día estaremos frente al Tribunal de Dios. El aire respirará la Santidad que de Él emana, en cambio nosotros vendremos con pecados de negro tinte. Si no hubo ese arrepentimiento para vida, Dios nos agrupará con aquellos que dispuso a su izquierda (Mateo 25:41). Allí estarán todos aquellos que consideraste más inmorales que tú, estafadores, ladrones, pedófilos, violadores, borrachos, y tú estarás en medio de ellos, y a todos, sin excepción, el Señor dirá: "...Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mateo 25:41). Creo que esto es el resumen del llamado al arrepentimiento descrito por el Señor en los evangelios.

       El arrepentimiento es el llamado que une todos los libros de la Biblia. Los profetas en el Antiguo Testamento, Jesús y los apóstoles, en conjunto con todo discípulo que predica verdaderamente la Palabra de Vida, llamaron y llaman al arrepentimiento siempre con un sentido de urgencia. Tenemos al apóstol Pablo defendiendo el evangelio en Atenas exclamando: "Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos" (Hechos 17:30-31). El sentido de urgencia es evidente: "Arrepientanse, pronto viene el Juicio de Dios". Las primeras palabras de nuestro Señor fueron: "...El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1:15). Como vemos siempre existe el elemento del tiempo en todos los llamados al arrepentimiento, siempre se considera que el Juicio de Dios está cercano. La relación entre el corazón arrepentido y el Juicio de Dios es estrecha. Vemos como el apóstol Pablo nos dice: "Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios" (Romanos 2:5), pues como bien expone la Escritura: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1:18). ¿Cuáles son aquellas injusticias e impiedades que detienen la verdad del Señor? Son nuestros propios pecados, nuestra inmundicia, nuestra maldad. ¿Has pecado una sola vez? Un pecado te destruirá. ¿Has mirado alguna vez a una mujer con ojos precisamente no de Santidad? Jesús dijo que el sólo mirar a una mujer para codiciarla ya constituye adulterio (Mateo 5:27-28) y que el sólo insultar a tu projimo ya constituye un pecado que te puede enviar al infierno (Mateo 5:22). ¿No son los pensamientos y los estándares de Justicia de Dios más altos que los nuestros? "Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:9). ¿Te sientes tan justo como antes al estar atento y en conocimiento de la Altísima e Insuperable Santidad de Dios? Una transgresión a la Eterna Santidad de Dios se paga con una eterna condenación. Es lo lógico y justo. ¿Te has arrepentido de verdad frente al Dios Justo? Mira que si no te arrepientes perecerás de la misma forma que los demás, aún si hayas pensado que tu justicia es mayor o tus pecados no son tan malos como el resto. 

     No tenemos una definición bíblica sobre arrepentimiento como la que tenemos de la fe en Hebreos 11. Sin embargo, tenemos desde Génesis a Apocalipsis a un Dios Celoso de Santidad llamando a los hombres a que vuelvan sus rostros hacia Él, huyan de la Ira que vendrá y vivan una vida de Santidad. El arrepentimiento no puede desligarse de este gran mensaje. No obstante, existe un muy abultado grupo de hombres y mujeres que viven, comen y visten para el mundo, pero asisten a una iglesia evangélica. Tales piensan que el arrepentimiento es sólo pedir perdón a Dios como quien va a un confesionario y recita sus males. Para sorpresa de ellos, o quizás no tanta sorpresa, el arrepentimiento no es únicamente la confesión de los pecados, pues puedes relatar a Dios todos tus pecados y no sentir ningún pesar por ellos. Para ilustrar esta situación imaginemos que un hombre le es infiel a su mujer con 50 mujeres distintas. Cada día vuelve delante de ella y le pide perdón. A veces se nota en él cierto semblante de tristeza o pesar, pero al siguiente día se siente lo suficientemente curado de tal depresión como para seguir pecando contra ella. Ese hombre, ¿Está arrepentido? Pues así mismo, el arrepentimiento no constituye una especie de limpieza temporal, "por si acaso Dios viene", es más que eso. El arrepentimiento puede definirse como el cambio de parecer producto de un convencimiento previo que realiza el Espíritu Santo de Dios en el hombre, el cual resulta en un abandono creciente de la vida a la cual tal hombre se siente arrepentido de haber llevado o de los pecados que trajo delante de Dios. Como vemos, para que un arrepentimiento sea verdaderamente arrepentimiento es necesario que exista un previo convencimiento del pecado que hay en nuestra vida. Este pesar es descrito por el apóstol Pablo como tristeza: "Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación..." (2 Corintios 7:10). ¿Te sientes angustiado y desesperado por el pecado que hay en tu corazón? ¿Sientes que es demasiado grande o en extremo adictivo y nauseabundo como para que Dios te perdone? ¿O simplemente te sientes cómodo en tales pecados y disfrutas sin pesar alguno? El arrepentimiento requiere de un corazón contrito y humillado (Salmo 51:17), quebrantado por todas las injusticias de las cuales es parte y comete. Sólo es posible tal desesperación y noción de sí mismo cuando el Espíritu Santo de Dios nos convence por medio de la Palabra: "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8). Sólo a través de este convencimiento es posible llegar a una percepción objetiva de nuestro pecado. Por lo tanto, el arrepentimiento no provendría de nosotros en ninguna medida, sino que es únicamente la obra de Dios en el corazón del hombre que ha caído. La Palabra de Dios nos dice que fuera de Jehová no hay quien salve (Isaías 43:11). Si alguien afirma que fue su arrepentimiento lo que motivo que Dios le salvara hace la gracia de Dios nula. Sólo Dios es quien salva, no tenemos crédito alguno ni participación activa en el acto de la redención. Nuestra labor es obedecer porque Él nos permite y nos da obediencia, nuestra labor es creer porque Él nos da la fe, nuestra labor es arrepentirnos porque Él nos constriñe de pecado y nos permite doblar nuestras rodillas delante de su Santa presencia: "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" (Romanos 2:4).
  Otro punto importante sobre la definición de arrepentimiento es que un arrepentimiento verdadero provocará una vida de Santidad. Sería ilógico suponer que si Dios hace una obra de arrepentimiento en el hombre este mismo le abandone apenas comience a dar sus primeros pasos en el camino. Dios no hace una obra temporal, sino progresiva y eficaz. Él ha llamado a todo el que se ha arrepentido a vivir una vida de Santidad "porque escrito está: Sed Santos, porque yo soy santo" (1 Pedro 1:16). Un arrepentimiento verdadero se reconoce por los frutos que tal arrepentimiento está generando. Si alguien dice que se ha arrepentido, pero tal arrepentimiento sólo fue el alivio temporal para dar paso al siguiente pecado, entonces tal arrepentimiento no fue verdadero. Un arrepentimiento de verdad tiene la intención de abandonar el pecado que antes se cometía y vivir para Dios. Está estrechamente ligado a la conversión, dónde el hombre que odiaba la Justicia de Dios y amaba su pecado es convertido para amar la Justicia de Dios y odiar su propio pecado.

      Toda la Escritura nos da clara cuenta de cómo Dios ha dado Gracia Salvadora únicamente por amor propio, y no por nada que nosotros hayamos traído a su Presencia, pues básicamente traemos sólo pecado. No podemos admirar con otros ojos el arrepentimiento, sino con una mirada agradecida por la misericordia de Dios de habernos percatado de nuestro pecado y habernos entregado a nuestro Dios por entero. No son nuestras obras o sentimientos las que nos atraen a Dios, ni aún es nuestro ser el que nos impulsa a confesar nuestros pecados y arrepentirnos. Sólo es el Amor de Dios y sus lazos los que nos atraen a un estado de humillación abundante y contrición de corazón. Si Dios es quien pone en nuestros corazones un estado quebrantado que nos permite ver la necesidad de perdón y salvación, sería ilógico pensar que eso nos conduciría a una vida de autojusticia. Dios ha prometido que los suyos perseverarán en el Camino de Santidad (Isaías 35:8). Es imposible que un hombre débil pueda dar frutos por sí mismo, ni aún mostrarse fuerte frente al pecado: "...porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5). Es nuestro Dios no solamente quien inicia la obra, sino quien nos lleva a un constante crecimiento. Lo que Él ha iniciado no lo dejará a medio terminar: "estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6). Dios ha prometido acabar lo que ha comenzado. Él es quien perfeccionará su obra en nosotros. ¿Cómo se refleja esto en el arrepentimiento? El arrepentimiento jamás debe asociarse a una motivación inicial o a un primer paso. Un arrepentimiento fue verdadero en el pasado si hoy existe un arrepentimiento perfeccionándose. El arrepentimiento no se apaga en el tiempo, como si nuestra percepción del pecado fuera mutilándose. Un corazón que se ha arrepentido anteriormente es porque hoy se arrepiente con muchas fuerzas. Si hoy lloraste por tu pecado, mañana derramarás el alma por causa del pecado que combate contra el alma. No ocurre esto porque el pecado crezca, sino porque el corazón nuevo, prometido por Dios mediante el profeta Ezequiel (Ezequiel 36:26-27), es un corazón de carne, ya no de piedra, sensible al pecado y a la voz de Dios. El nuevo corazón de la nueva criatura detestará con todas sus fuerzas la maldad que trae a los ojos de su Buen Pastor, puesto que aquel mismo corazón oye la voz de Dios y la obedece. No es posible que el arrepentimiento se apague en tu vida, si es así, no te arrepentiste de verdad. Un arrepentimiento continuará a través del tiempo, será la tónica de tu vida en la tierra, pues donde hay Santidad también hay una creciente noción sobre el pecado.

     Sin embargo, hay un grupo selecto de hombres y mujeres que en alguna medida se sienten defraudados del arrepentimiento. Son aquellos que han venido innumerables veces a las plantas de Cristo por el motivo correcto, su pecado, pero acumulan tantas frustraciones que han dejado de creer en el arrepentimiento para vida. Estos miran desde afuera el redil del Señor, sus pastos de Santidad y cómo el Buen Pastor las protege, las instruye y las ama. Observan a la vez cuán horrible es fuera del redil, pastos secos y venenosos, una vida de muerte, sin escapatoria. Con los ojos llenos de lágrimas intentan dar sus primeros pasos hacia el redil de Cristo, pero mientras se hallan en la convicción de ser perdonados el diablo les tumba y nuevamente se ven envueltos en el lodo de su pecado. Cuando miran su estado deplorable en ese pantano del desaliento se preguntan "¿Qué ha sucedido? Quizás Dios no quiso salvarme. No alcanza la misericordia para mí". Las frustraciones endurecen su corazón a tal punto que dejan de creer en Cristo y en su Poder para cambiarlos. No obstante, una bella esperanza hay para ellos. Si bien la Escritura nos dice que no depende la salvación de quien quiere ni de quien corre, sino sólo de Dios que tiene misericordia, la Biblia también nos menciona que no hay quien busque a Dios ni que invoque su nombre (Romanos 3:11; Isaías 64:7). Por tanto, si en tu corazón ha despertado la esperanza de que Cristo y sólo Él pueda rescatarte del pecado y reformar tu vida, tal esperanza la ha puesto Dios en tu corazón, pues es imposible que provenga de ti. Así como no provienen higos de los abrojos (Mateo 7:16), no proviene una esperanza en el Poder de Cristo sin que tal sea puesta por Dios en el corazón. Pero no permitas que el diablo te quite más tiempo. Corre fuerte y cierra la puerta de tu habitación (Mateo 6:6), implora misericordia y Dios salvará tu vida al extremo. Somete todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5), no permitas que nada malo que traigas se interponga entre Él y tú.

      La definición más apropiada para Arrepentimiento es aquel clamor desesperado de "¡Sálvame Dios mío! ¡Sálvame! Ten misericordia de mí. Haz un milagro, no puedo yo. No puedo, no puedo. ¡Te necesito! Sin tu Poder y tus Fuerzas estoy muerto. ¡Sálvame que perezco!". Es darse por vencido. Es no luchar más contra Dios ni presentar autoestima alguna. No podemos desligar el arrepentimiento de la autonegación. Es posible que el único estorbo que no te permita ir a Cristo en arrepentimiento seas tú mismo y tu autoestima. Ponemos nuestros obras por delante, creemos que fracasaremos en el futuro, no confiamos en el milagro de la salvación, que Dios puede hacer lo imposible: cambiarnos. No podemos reformarnos a nosotros mismos, Dios debe hacerlo por nosotros. Y lo maravilloso es que el Señor Jesús lo hizo posible. Ya deja atrás esa mediocre muralla en contra del Señor y cree. Arrepiéntete de tus pecados, mira que el Juicio de Dios se aproxima, y si no te arrepientes morirás de la misma forma que todos.

       El arrepentimiento es lo que caracteriza a una iglesia verdadera. Una iglesia que predica cualquier cosa y no predica sobre el arrepentimiento es una iglesia muerta. Puede llenar estadios completos pero si su mensaje no es el arrepentimiento de pecados su evangelio no es evangelio. Hoy en día hay una moda bastante particular. Se trata de exponer un mensaje cómodo para los oídos, llamativo para las mentes incrédulas, lo suficientemente light como para no mover ningún sentimiento en contra. Hablo del evangelismo moderno, una verdadera herejía de la cual participan muchas congregaciones. Se les dice a los oyentes lo que quieren escuchar, un mensaje color de rosa que hace de Dios un Papá Noel dispuesto a dar regalos a todos aquellos que se porten bien. Un predicador que le interesa la fama y el dinero jamás predicará arrepentimiento, pues tal mensaje encara el pecado que Dios detesta, lo cual no es nada confortable para los que lo escuchan. Un predicador que le interesa la fama y el dinero buscará el mensaje más novedoso para sustituir el evangelio que predicaron Cristo y los apóstoles. Te dirán "Paz paz" y "No vendrá mal sobre ti", cuando el Juicio de Dios viene contra ti por tus crímenes. Te dirán que nada malo sucederá y jamás predicarán a favor del arrepentimiendo, sólo les interesará cuánto se recolectará de ofrenda si predican un mensaje de prosperidad y éxito terrenal. Ellos son famosos porque el mundo escucha a los suyos. Más el mundo aborrece a los de Cristo, porque el mundo aborreció primero a Cristo. Tenemos a miles de cantantes pseudocristianos y faranduleros profetas escribiendo libros como "10 pasos para ser como yo", "Los 5 pasos para ser un hombre exitoso", "¿Cómo hacerse millonario?", "¿Cómo tener un destino maravilloso y próspero?" y ningún libro sobre arrepentimiento. Es más te desafío a que vayas a una librería cristiana y encuentres un libro que exponga la enseñanza del arrepentimiento, encontrarás uno si es que tienes suerte. El arrepentimiento está en boca de muy pocos y agradece a Dios que te ha guiado a una fuente de la cual puedes reconocer, confesar y arrepentirte del pecado. El pecado es contra lo cual debemos lidiar; ningún otro problema puede ser tan grande como el pecado, pues es el principal problema para Dios.

       En resumen, Dios hoy te manda al arrepentimiento, envió a su Hijo a sufrir en la cruz la Ira de Dios y fue hecho pecado por nuestras iniquidades, a fin que la Justicia de Dios nos sea imputada por medio de la fe. Arrepiéntete y cree en el evangelio, conviértete de tu mal camino y de tus malos pensamientos. Busca al Señor mientras pueda ser hallado. No te engañes, toda esta sociedad será llevada a Juicio, toda la vanidad de Facebook, todas las porquerías de la televisión, toda la inmundicia de la inmoralidad sexual, todo amor por el dinero, toda mentira y robo, todo asesinato y violación, toda sed de poder y abuso, ¡Todo será traído a Juicio delante de un Dios Justo que castigará el pecado! Pero "Si no os arrepentis, todos pereceréis igualmente"

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