jueves, 7 de noviembre de 2013

La Batalla contra el pecado, una reflexión bíblica de Josué

“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”
(Josué 1:9)

Contexto literario



Josué ora para que el Sol se detenga (Josué 10).
Pintura de Gustave Doré
    Dentro del primer capítulo de Josué nos encontramos con una tónica que determinaría toda la vida de este profeta: Dios entrega a Josué una comisión especial, ser fuerte y valiente. No sólo en el versículo 9 del capítulo primero encontramos este llamado. Si retrocedemos tres versículos tenemos el mismo llamado: “Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos” (v.6). Misma situación que en el versículo siguiente: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas” (v.7). Al finalizar el capítulo 1, encontramos a siervos de Josué, que la Escritura describe en el versículo 12, respondiendo: “Cualquiera que fuere rebelde a tu mandamiento, y no obedeciere a tus palabras en todas las cosas que le mandes, que muera; solamente que te esfuerces y seas valiente” (v.18). En resumen, el libro de Josué abre con este llamado divino, resumido en el versículo 9: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (v.9). Si observamos detalladamente, vemos que en cada una de las menciones existe una promesa implícita. En el versículo 6 repartir la tierra prometida a los padres, en el versículo 7 ser prosperado al observar los mandamientos de Dios, en el versículo 9 la protección y seguridad de Dios, y en el versículo 18 la sumisión de los valientes que acompañarían a Josué. Estas palabras resultan claves para todo el libro de Josué.


Contexto histórico

    Josué fue el siervo y sucesor de Moisés, así se le reconoce en la Escritura: “De la manera que obedecimos a Moisés en todas las cosas, así te obedeceremos a ti…” (Josué 1:17). Junto a Caleb, Josué jamás dudo del poder de Dios. Junto a once espías más, Josué fue enviado a reconocer la tierra prometida, Canaán (Números 13:17). De entre los doce, Josué y Caleb fueron los únicos que no dudaron del poder de Dios, y a pesar que vieron que la tierra prometida estaba ocupada por poderosos ejércitos, gigantes y grandes ciudades, no vacilaron y confiaban en Dios por sobre todas las cosas. El pueblo de Israel se encontraba en las llanuras de Moab, a las puertas de la tierra prometida cuando muere Moisés. Sólo faltaba dar el puntapié inicial para que la conquista comenzara.

Puesto que Moisés fue privado por Dios de entrar en la tierra prometida, debido a la desobediencia e incredulidad que tuvo en el desierto (Números 20:8-13), Josué sería el elegido por Dios para guiar al pueblo de Israel hacia la tierra prometida. Sin embargo, no sólo les enseñaría el camino, sino que lucharía con ellos, conquistando la tierra que Dios les había prometido. Por tanto, es necesario entender antes que todo, que en este pasaje del libro de Josué, el pueblo de Israel se estaba alistando para la guerra contra los pueblos paganos que vivían en la tierra prometida, y Dios, preparando a su líder, llama a Josué al esfuerzo y la valentía, que aborreciera el temor y el desmayo, y que pusiera toda la confianza en Jehová de los ejércitos, quien prometía no desampararlo.


El llamado al esfuerzo y la valentía

     Esta comisión dada a Josué puede resumirse a dos puntos importantes: esfuerzo y valentía. Si nos adentramos en el versículo en estudio: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9), nos encontramos con cuatro puntos a considerar:

- Esfuérzate
- Sé valiente
- No temas
- Ni desmayes

     A pesar que los últimos dos puntos son una confirmación de los dos primeros, ya sea “No temas” con “Sé valiente”, o “No desmayes” con “Esfuérzate”, sabemos que el norte es el esfuerzo y la valentía. A contraposición con toda la teología muerta que se enseña en las iglesias evangélicas de hoy, la Biblia no llama al esfuerzo y la valentía humana, al alcance de metas o sueños terrenales. Este llamado al esfuerzo y la valentía deben ser interpretados y entendidos a la luz de las Escrituras, y por lo que hemos visto en el contexto histórico no hayamos razón para pensar que Josué estaba planteándose una meta o pidiendo una petición ante Dios, que con su esfuerzo y valentía podría llevar a cabo. Fijémonos en las primeras palabras: “Mira que te mando…”. Dios está dando un mandato a Josué en preparación a la conquista que se avecinaba. No perdamos nuestro horizonte, el pueblo de Israel está en vísperas de guerra y Dios manda al esfuerzo y la valentía, por algo que Él mismo ha prometido.

       Por tanto esta comisión no debe ser entendida bajo el barato concepto humano de objetivos terrenales. Se trata del cumplimiento de la promesa de Dios y el llamado a la absoluta confianza en Él. No es aplicable a todos los eventos que sostengamos en la vida. Si estas palabras fueron pronunciadas en vísperas de guerra, la Escritura no nos dará otro horizonte más que ese: esfuerzo y valentía para la batalla.


La Batalla: ¿Quién contra quién?

     Si la única forma de interpretar correctamente los pasajes de Josué es a través de un entendimiento del contexto vivido, es decir, de una guerra que se avecinaba, y si este texto nos revela algo sobre Jesucristo y su intervención en el futuro, ¿Cuál es la batalla que debemos sobrellevar los cristianos? La Escritura nos dice enfáticamente: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). El apóstol Pablo describía este hecho como una lucha cuerpo a cuerpo entre la carne y el espíritu (Gálatas 5:17), incluso poniéndolo en el siguiente plano: “pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:23). La batalla que tenemos es contra el pecado. En los tiempos de Josué, el pueblo de Israel debía batallar contra los pueblos que ocupaban Canaán, los cuales simbolizan el mundo caído por el pecado, hostil a la voluntad de Dios, quienes obstruían la promesa de Dios. En nuestro tiempo, y conociendo la Escritura, la guerra es contra el pecado que nos asedia: “…despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1). Tan sólo veamos la analogía o comparación que hace el apóstol Pablo sobre esta batalla:

“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”
(Efesios 6:13-17)

     La batalla real es contra el pecado. Es la mejor manera que tenemos de interpretar este pasaje. Notemos que en ninguna lugar del texto del apóstol Pablo se menciona el tomar el “yelmo de los sueños” para soportar “las pruebas del enemigo”, o “ponerse el calzado del servicio en el templo” para “soportar las tentaciones de quedarse en casa”. Se trata de una batalla contra el pecado, un combate contra la maldad.


¡Esfuérzate!

      Esta es la primera palabra que se refiere en este texto. En el diccionario la palabra esfuerzo significa “hacer algo que está por encima de las posibilidades normales”. En la Escritura Dios llama al esfuerzo, pero no el propio. Josué era revestido de fuerzas de Dios, puesto que desde su naturaleza humana, débil y falible, no hallaría ningún vigor para obedecer a este mandato divino. Es Dios quien en su gracia y su soberanía concede fuerzas a Josué, quien se esforzaría en las fuerzas que Dios le entregaba, no en la suya, pues de otro modo, ¿De quién sería la gloria de la victoria? ¿Pertenecería a Josué o a Dios? Dios es quién concede las fuerzas, tanto de Josué como de cualquier otro protagonista en las Escrituras. Por tanto, si entendemos que la fuerza es un don de Dios, podemos también comprender lo siguiente: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10). Dios es quien hace toda la obra, quien esfuerza, quien sustenta, quien protege. El mismo profeta nuevamente exhorta: “Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará” (Isaías 35:3-4). Las fuerzas son dadas de Dios y sólo pertenecen a Dios: “…No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Juan 3:27).

       Aunque este mensaje puede resultar motivador para aquellas personas que persiguen sueños y metas terrenales, Dios, a través de la Escritura, deja enfáticamente en claro que se refiere a la batalla contra el pecado, cuya victoria se resume en la salvación. Por tanto, cualquier intento de subir la autoestima en pos de la realización de beneficios personales, familiares, académicos, laborales, o profesionales, interpretando incorrectamente estos pasajes, es un acto completamente contrario a la Palabra, igualmente para aquellos que leen estos versículos y los interpretan a la luz de sus vivencias personales, y no a la luz de la misma Palabra de Dios.

      Combatir contra el pecado es una evidencia de ser un cristiano verdadero. Muchos puede que profesen a Cristo como su Señor, pero como dijo Él en Mateo 7:21: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. ¿Cuál es la voluntad de Dios? El apóstol Pablo consideró esto como: “…aborreced lo malo, seguid lo bueno” (Romanos 12:9). El aborrecimiento del pecado es una evidencia visible del corazón nuevo que Dios ha puesto en el regenerado: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27). Aquel corazón nuevo es sensible al pecado (de carne, y no de piedra que simboliza la dureza) y lo aborrece con toda su alma. Las fuerzas que Dios entrega son dadas, en estricto rigor, para el combate contra el pecado. Pero, ¿Cómo obtener esas fuerzas?


La fuerza de Cristo

     La Escritura no sólo reconoce a los pecadores como muertos, inútiles y ajenos de la vida de Dios. La Biblia también coincide en llamarnos “débiles”. El hombre es una frágil y endeble criatura errante en un mundo de pecado. Dios, posee la vida y es soberano en quitarla. La supuesta fortaleza del hombre, revelada en la torpe y vanidosa imaginación del pecador, es una abominación frente a la fortaleza de Dios. El hombre es débil frente al pecado, se entrega con facilidad, no lucha contra algo que ama con todo su ser. El hombre vive acorde a los deseos de su carne, conforme a sus delitos y placeres, y es por naturaleza hijo de ira (Efesios 2). La fortaleza propia para luchar contra su pecado no llega ni a estar en sus sueños, y sus únicas fuerzas son para resistir a Dios y a su justicia. Sin embargo, y a pesar de este desolador panorama, Dios ha dicho: “…Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad…” (2 Corintios 12:9). Entiéndase esta debilidad no como pecado, pues sería erróneo considerar que la fortaleza de Dios se perfecciona en el pecado. Entendemos debilidad como la dependencia del hombre a Dios. Así fue Jesús quien dijo: “…porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Dios entrega la fortaleza a fin que nadie se gloríe en sus propias fuerzas: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. Me he hecho un necio al gloriarme…” (2 Corintios 12:10-11).

Cristo ha sido el único que ha vencido el pecado y la muerte con poder: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:55-57). Jesús da la victoria sobre el pecado, pues Él lo venció con la frente bien alta. Por ello el apóstol Pablo hacia el llamado a las fuerzas de Cristo: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10). En nuestras fuerzas siempre seremos inútiles, pero en las fuerzas de Cristo venceremos al pecado: “Velad, estad firmes en la fe…” (1 Corintios 16:13). El llamado que Dios dio a Josué en el Antiguo Testamento, lo reitera pero a través de su Hijo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1). De esta forma, si para nosotros es imposible la victoria sobre el pecado, Dios puede hacer posible tal victoria en el poder del único que venció el pecado: Jesucristo. De esta manera decir con toda confianza, sin temor al pecado ni la muerte, sin desmayar, con fuerza y valentía: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

“pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”
(Isaías 40:31).

Esfuérzate y sé valiente, combate contra el pecado, no temas ni desmayes, Dios te esfuerza, te sustenta y te protege, confía en Jesucristo y Él te salvará.

¡Amén!

4 comentarios:

  1. ¿como sabre si soy salvo? me esfuerzo y caigo, cuando creo estar bien con mi Dios es cuando cometo las peores acciones, me es tan difil ser fuerte cuando en realidad me siento solo, Dios es tan bueno y yo no soy nada, anelo estar con El pero veo su reino tan lejano.
    Por favor ¿podria usted ayudarme? ¿como puedo encontrar el agua de vida eterna?

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    1. Estimado...

      La Palabra de Dios nos dice que tenemos un lugar perfecto para descansar de toda pesada carga, Jesucristo. El Señor es el único lugar al cual podemos acudir, el único que puede lavarnos de nuestro mal y guiarnos hacia la verdad y la justicia. Por otro lado, me gustaría que vieras el siguiente video:

      http://www.youtube.com/watch?v=fEFsEFg6Vxs

      También este puede ayudarte:

      http://www.youtube.com/watch?v=AGD3RpHNlqw&feature=related

      Por otra parte te recomiendo leas el capítulo 21 del libro que te indico en la siguiente dirección titulado "Estas pruebas interiores" para que no haya desánimo, sino esperanza en Cristo.

      http://www.iglesiareformada.com/Packer_Hacia_Conocimiento_Dios.pdf

      Busca a Dios y el lavará tu alma de tus pecados:

      "...si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18).

      "Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado" (Salmo 119:41-42).

      Cualquier cosa no dudes en contactar al mail necesidad.de.reforma@gmail.com, donde puedes expresar con mayor libertad tu necesidad de ser reformado por la Palabra.

      Dios te bendiga.

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  2. para que la concupiscencia y el pecado se pueda ir de nuestra vida y lograr tener el corazón perfecto como a Dios le agrada no hay que hacer más que someter la carne .. cristo mismo lo dijo AYUNO Y ORACIÓN . Hoy en día se habla muy poco sobre el AYUNO y sin embargo es la única arma poderosa para vencer cualquier debilidad.

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  3. hola paso visitando su blog, bendiciones
    desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com

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